Alberto Garzón, el ministro español de Consumo, ha dicho que comer menos carne jugará un papel clave para ayudar a España a mitigar los efectos de la emergencia climática y ralentizar el proceso de desertificación. Por su geografía, el riesgo de desertificación por el calentamiento global es muy palpable en la Península Ibérica, que ya cuenta con un creciente desierto semiárido en Tabernas, en la provincia de Almería.
Garzón, que es economista y coordinador de Izquierda Unida en el gobierno de coalición liderado por los socialistas de España, dijo a The Guardian: “La gente aquí sabe sobre el papel que juegan los gases de efecto invernadero en el cambio climático, pero tienden a vincularlo con los automóviles y el transporte … Fue solo muy recientemente que todos comenzaron a mirar el impacto de la cadena de consumo animal y, especialmente, el impacto de la carne de res. Otros países están bastante avanzados en eso, pero en España ha sido un tabú”. También criticó especialmente a las megagranjas industrializadas: “Encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y ponen 4.000, o 5.000, o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan esta carne de mala calidad de estos animales maltratados”.
Aunque no llegó a pedir a los españoles que dejaran de comer carne, un mensaje «reduccionista» como este proveniente de un político en España, o en cualquiera de sus regiones autónomas, es bastante raro. Sin embargo, no es sorprendente que provenga de él, ya que es bien conocido por sus puntos de vista progresistas (y es por eso que suele ser el objetivo de críticas de los políticos de extrema derecha). Sus políticas progresistas incluyen una ofensiva contra la industria de las apuestas, la prohibición de los anuncios de alimentos poco saludables dirigidos a los niños y sus críticas al sexismo de la industria de los juguetes. Aunque no parece que ni el primer ministro ni sus colegas ministeriales hagan eco de sus puntos de vista sobre la necesidad de reducir el consumo de carne, es refrescante ver a políticos en países mediterráneos que no dejan de abordar estos temas una vez que se han convertido en parte de un gobierno.